
El amor me ha servido como punto de referencia en mis recuerdos acerca de mi aceptación como mujer. He pasado tanto tiempo oculta de mí misma que necesitaba un punto de referencia a la hora de recavar recuerdos acerca de cuándo empecé a tener claro que algo no iba bien en mí, como cuando se dibuja una perspectiva a través de un punto de fuga. Y un día me acordé de mi primer amor, y de cómo lo viví. Tenía unos 14 años y estaba en el instituto. Ella se llamaba Mariví, y era una chica de aspecto macarra, con corte de pelo masculino, cabello rubio, ojos azules que acompañaban a la perfección ese aire de "si me hablas dejarás de hablar para los restos". Cuando veo los recuerdos desde mi butaca actual, conseguida a base de introspección y experiencia, me doy cuenta de que en esos años suspiraba por Mariví, pero a la vez sentía envidia; de cómo vestía, de lo angulosa que resultaba frente a lo rectilíneo de mi cuerpo, de su aire despreocupado, tan natural, no como mi despreocupación, fruto de la dejadez. Envidiaba su feminidad. Pero el enamoramiento primaba sobre mis deseos, y con el tiempo estos deseos se ocultaron a la par que el enamoramiento desaparecía.
Y así ha sido siempre que me he enamorado de una mujer, un continuo choque de sentimientos y frustraciones. Alguien me dijo una vez que la envidia es uno de los peores sentimientos que existen, así que he decidido apartarlo de mí, simplemente siendo yo, porque querer y envidiar son agua y aceite.
A veces, cuando me pongo en plan melancólica, me digo que llegará el día en que una mujer quiera a Aniel, tal y como soy, tal y como seré.
Si he conseguido yo a Nico...tú conseguiras a alguie que te ame como eres ^^ porque para mí ya eres una chica aunque físicamente te digan que no.
ResponderEliminarSobre la envidia te entiendo bien, incluso hablamos de ello el otro día.
Por cierto espero que te vaya bien en tu curso ^^ además eso creo que abre puertas profesionales y me alegro mucho
saludos y ánimos ^^ quiero ver más tiras aunque sean de vez en cuando...pero no la dejes.