domingo, 10 de mayo de 2009

Me encontré un fragmento

Hace una semana adquirí, en la feria del libro de Granada, un volumen de relatos de Haruki Murakami, bajo el nombre de "Sauce ciego, mujer dormida". Su introducción, escrita por el autor, estaba llena de una complicidad que enseguida me enganchó e hizo que pusiera el modo "devoralibros" en posición de ON. Esta tarde me fui a la plaza del Triunfo, en Granada, y me senté a leer bajo un sol que en vez de quemar acariciaba.
Cada relato de este libro ha sido una grata sorpresa que me ha devuelto las ganas de escribir, pero este no es el motivo principal de esta entrada, sino un fragmento en uno de los relatos que ha puesto palabras para una situación en mi vida que fue crucial y que nunca supe del todo como explicar. Creo que este relato describe una situación que much@s personas transexuales, gays y lesbianas han vivido.

Pertenece a un relato titulado "Viajero por azar" y seguidamente os lo transcribo:

"...- Lo mismo sucedió cuando descubrí que era gay - prosiguió él-. Algunas dudas que tenía y que nunca había podido explicarme se despejaron de golpe. <<¡Ah, claro! Era eso>>, pensé. Y todo se volvió mucho más fácil. Un paisaje nublado que se despeja de golpe. Es posible que en el momento en que renuncié a ser pianista o en el que reconocí que era gay decepcionara a algunas personas que me rodeaban. Pero quiero que entiendas que ésa era la manera de volver a ser yo mismo. De ser yo bajo mi forma natural.

....

-Quizá tendría que haberme esforzado más en entenderte -dijo su hermana-. Pero creo que, antes, deberías habernos explicado mejor las cosas. Sincerarte con nosotros. Explicarnos qué te rondaba por la cabeza...

-No quise dar ninguna explicación -la interrumpió él-. Quería que me comprendieseis sin tener que explicar, una a una mis razones. Expecialmente tú.

Ella enmudeció.

Él dijo:

-Yo, en aquellos momentos, no podía pensar en cómo se sentía cada unas de las personas que me rodeaban. No estaba en situación de hacerlo. -Al acordarse de aquella época, su voz tembló un poco. Le entraron ganas de llorar. Pero se rehizo. Y prosiguió-: En muy poco tiempo, mi vida sufrió un cambio radical. Debía agarrarme a algo, fuera como fuese, para no precipitarme al vacío. Tenía mucho miedo, estaba aterrado. Y en un momento así, no puedes ir dando explicaciones a los demás. Sientes que te vas a resbalar de un momento a otro y a caer fuera del mundo. Por eso sólo quería que me comprendieras. Que me abrazaras con fuerza. Sin razones o explicaciones de por medio. Pero nadie...

La hermana sepultó la cara entre las manos y empezó a llorar en silencio. Sus hombros temblaban. Él le posó con suavidad una mano en un hombro.

-Lo siento -dijo la hermana

-Olvídalo -Repuso él. Puso crema de leche en el café, lo removió con la cucharilla y se lo bebió despacio para serenar su ánimo-. No tienes por qué llorar. También fue culpa mía.”

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El relato va mucho más allá de esta conversación, pues en realidad versa sobre la magia de las casualidades y los encuentros, los actos y efectos que en ocasiones se disfrazan de destino.

A veces no hay por qué dar explicaciones, simplemente mostrar apoyo. Esa es una gran forma de amor.

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